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Montalcino, patria del Brunello, uno de los vinos tintos más afamado en Italia.
Enclavada en el corazón de la Toscana, entre Siena y Grosseto, fué una ciudad etrusca en sus orígenes y libre hasta que Siena la incluyó en su órbita en 1260, construyendo su castillo.
Como muchas poblaciones, Montalcino creció en una colina fortificada por los muros.
Su trazado medieval tiene en la Fortezza la Rocca su máximo exponente. En el centro del burgo, el Palazzo dei Priori (siglo XIII-XIV) preside la Piazza del Popolo, con su elegante torre sustentada en el estrecho edificio.
A su lado il Cappellone, la logia porticada gótica del siglo XIV. Si continuamos por la Via Costa del Municipio alcanzamos la Piazza Garibaldi, donde está la iglesia de base románica de San Egidio, pero reconvertida en estilo gótico.
Ir a Montalcino y no degustar su vino Brunello o no mostrarse interesado en conocer su elaboración es como ir a Dublín y no visitar la fábrica de la cerveza Guinness
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