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Las Tablas de Daimiel son un humedal prácticamente único en Europa y último representante del ecosistema denominado tablas fluviales, antaño característico de la llanura central de nuestra Península. Es un ecosistema complejo que mezcla las características de una llanura de inundación, producida por los desbordamientos de los ríos Guadiana y Gigüela en su confluencia, con la de un área de descarga de aguas subterráneas procedentes de un acuífero de gran tamaño. Estos desbordamientos, favorecidos por la escasez de pendiente en el terreno, llevan emparejados el desarrollo de una potente y característica cubierta vegetal que constituye un excepcional hábitat para toda la fauna ligada al medio acuático. Con la declaración del Parque Nacional se dio un gran paso en la conservación de uno de los ecosistemas más valiosos de la Mancha, asegurando así, la supervivencia de la avifauna que utiliza estas zonas como área de invernada, mancada y nidificación, creando una Zona Integral de aves acuáticas.
Una de las primeras referencias conocidas de Las Tablas de Daimiel se encuentra en el "Libro de la Caza" del Infante D. Juan Manuel, allá por el año 1325 quien las describe como un lugar propio para la caza y donde afirma que su pertenencia corresponde a la Orden de Calatrava. También se describen en las "Relaciones Topográficas" mandadas realizar por Felipe II en 1575, quien quedó tan satisfecho de este lugar que ordenó que se guardasen muy bien. A mediados del siglo XIX, las Tablas adquieren gran fama como magnífico lugar de caza, como así lo divulga D. Francisco Marti de Veses, que impulsa la Sociedad de Cazadores. En particular, el General Prim en 1870 y el rey Alfonso XII en 1875 cazaron en estos parajes. Ya en 1959 se dicta la Orden Ministerial por la que se prohibe definitivamente la caza en las Tablas y en 1966 Las Tablas de Daimiel se convierten en Reserva Nacional de Caza, reconociéndose la necesidad de iniciar un programa de protección y conservación de la fauna. Hacia 1956 se pone en marcha un gran proyecto de desecación que afecta a más de 30.000 hectáreas de las cuencas de los ríos Guadiana, Záncara y Gigüela. Frente a este proyecto, destacó a favor de este entorno la voz de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza que, en 1963, incluye este paraje como área húmeda preferente del Continente Europeo. Pero es a partir de los años 60 cuando comienzan los malos tiempos para las Tablas. Por un lado se aceleran las obras de canalización de los ríos manchegos desecando la zona y, por otro lado ya a comienzos de los 70, una extensión salvaje de regadíos acaba con los recursos hídricos del subsuelo. En pocos años el río Guadiana queda definitivamente seco produciéndose un desastre ecológico y geológico de graves consecuencias. La turba comienza a arder, bien de forma espontánea o inducida por incendios en tierras colindantes, produciendo vapores que salen a través de las grietas del terreno.
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