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La Isla de La Toja, La Toja Grande, de Loujo o de Los Baños de Loujo es una isla española perteneciente a Pontevedra y situada al este de la villa de El Grove, de la que está unida por un puente del siglo XIX.
Se trata de una de las islas más conocidas de Galicia debido a ser un centro termal, de ocio y turístico: cuenta con balnearios, antiguas fábricas de jabones y cosméticos, hoteles de lujo, centro de congresos, casino, campo de golf privado, puerto deportivo privado, urbanizaciones privadas, un centro comercial y otros establecimientos. Sin embargo el centro de la isla todavía conserva virgen un denso pinar.
El itinerario más habitual para llegar a la isla de A Toxa sigue la autovía de O Salnés AG-41, en dirección Sanxenxo-Cambados-O Grove. Llegados a esta localidad, cruzamos el puente que la une con la isla.
Sus orillas ofrecen vistas privilegiadas a la ría, a veces desde blancas balaustradas. Sus sendas jalonadas de palmeras y pinos estimulan nuestro ánimo y así apreciaremos, más intensamente si cabe, los sabores de pescados y mariscos de la Ría de Arousa. Su calidad tiene justa fama y, acompañados por los albariños de la tierra, suelen ser una elección irrenunciable.
No podemos dejar de visitar uno de los edificios religiosos más singulares de Galicia. Se trata de la conocida como Capilla de las Conchas, en pleno centro de la isla. Es capilla recubierta de conchas de vieira de culto a San Caralampio y a la Virgen del Carmen desde el siglo XII. Su interior, con cierto aire marinero, es modesto. Pero la verdadera atracción es el exterior, completamente recubierto de conchas de vieira.
A Toxa, como estandarte termal, extendió esta alquimia natural a la fabricación de uno de los jabones con más tradición de España. Donde en otro tiempo se encontraba la fábrica, hoy existe una tienda-museo con los productos de la marca “La Toja”, cuya historia podemos recorrer en paneles explicativos. Encontraremos sales, jabones, cremas y productos de estética y salud.
Las pintorescas vendedoras de collares han creado tanta tradición como los jabones tienen las vendedoras de collares de conchas. Sus manos han enhebrado durante décadas las sinuosas formas que el Atlántico les acerca hasta su costa. Apostadas junto a la carretera, bajo sus sombrillas de playa, nos dan la bienvenida y también nos despiden de la isla.
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